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Sam, el héroe de cuatro patas

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Daniela

Raúl era un niño popular en su infancia, destacado por su habilidad en el fútbol y su asistencia a todas las fiestas de cumpleaños. Sin embargo, a la edad de once años, tuvo su primer ataque de epilepsia después de una mañana en la que había metido dos goles en un partido. Los siguientes diez años de su vida estuvieron llenos de visitas al médico, tratamientos infructuosos, amistades disueltas y una pregunta constante: "¿Cuándo me voy a curar?". La enfermedad empeoró y Raúl tuvo que abandonar los estudios y el deporte.

A los 21 años, Raúl sufría más de 20 crisis diarias, incluyendo dos o tres de desconexión, que son las más peligrosas. Tomaba cinco antiepilépticos diarios, vitaminas y un jarabe, y tenía un estimulador vagal implantado. No podía realizar tareas básicas como bajar una escalera o ducharse sin supervisión. Para acompañarlo siempre estaba escoltado por su familia, especialmente por sus padres o su hermano menor, Rubén.

La madre de Raúl, Meri, explicó que "el tipo de epilepsia de Raúl es refractaria a la medicación, por lo que ningún medicamento es 100% eficaz y sus crisis no sólo son diarias sino frecuentes". Pero la situación cambió con la llegada de Sam, un terrier de once meses con orejas negras que se convirtió en un perro de alerta médica entrenado para detectar las neurohormonas que los epilépticos emiten antes de una crisis.

"Es capaz de alertar con sus ladridos minutos antes de que el ataque de epilepsia sea visible..."

"Es capaz de alertar con sus ladridos minutos antes de que el ataque de epilepsia sea visible, lo que permite a Raúl buscar la cama, tumbarse o ponerse en posición de seguridad", explicó Meri. Se entregó a Sam a Raúl cuando tenía seis meses, y aunque al principio solo detectaba el 70% de las crisis, ahora ya está casi al 100%. Meri afirmó que los paseos diarios con Sam le han dado seguridad y se fía mucho del criterio del perro.

Raúl ha vuelto a las aulas para estudiar un curso de ofimática presencial en el Centro de Educación Superior Felipe Moreno-Nebrija en Palma, acompañado siempre por Sam, que es uno más en el aula. Se sienta debajo del pupitre y cuando detecta una crisis, alerta a Raúl y éste se pone a salvo. Meri recalcó que "Sam tiene la misión de ayudar a Raúl y no lo podemos desconcentrar".

El adiestramiento de Sam fue muy estricto, y el perro solo come tras el marcaje. De este modo, se consigue que esté en alerta. Si Raúl no tiene crisis, se le ofrece comida después de jugar. El entrenamiento de Sam duró seis meses, en los que estuvo con una familia de acogida que lo llevaba al centro cada día para trabajar su olfato y recibir una educación básica centrada en acompañar a Raúl en entornos públicos y privados.

El entrenamiento de perros de asistencia en la modalidad de alerta médica es una opción cada vez más utilizada para ayudar a las personas con epilepsia y diabetes, entre otras enfermedades. En el caso de la epilepsia, estos perros son capaces de detectar los cambios químicos en el cuerpo que ocurren antes de una convulsión, lo que les permite alertar a sus dueños y tomar medidas preventivas.

La Fundación Canem, con sede en Zaragoza, se dedica a la selección y adiestramiento de perros de alerta médica para personas con diabetes y epilepsia. Desde su fundación en 2010, la organización ha entregado más de 250 perros adiestrados en distintas partes del mundo. En el caso de Raúl, el perro de alerta médica Sam le ha permitido recuperar parte de su independencia y volver a estudiar después de años de limitaciones impuestas por su enfermedad.

El adiestramiento de un perro de alerta médica puede durar entre seis meses y dos años, y el costo puede variar dependiendo de la organización que lo realice. Sin embargo, muchas organizaciones ofrecen programas de becas y ayudas económicas para hacer que la formación de estos perros sea más accesible para las personas que los necesitan.

Aunque los perros de alerta médica no son una cura para la epilepsia, pueden ser una herramienta muy útil para mejorar la calidad de vida de las personas que sufren esta enfermedad. Además de alertar sobre las convulsiones inminentes, estos perros pueden ayudar a sus dueños a sentirse más seguros y confiados en su vida cotidiana, lo que puede tener un efecto positivo en su bienestar mental y emocional.